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birmania6sinusar

Cada uno es esclavo de su currículo, con esta frase lapidaria, un conocido cazatalentos de Madrid, me quitaba toda esperanza de poder enfocar mi actividad profesional en otros campos que no fueran los que había desarrollado hasta el momento, al menos por cuenta ajena.

Y digo yo, ¿no se habrán dado cuenta estos expertos en la materia, que la especialización tiene muchos más inconvenientes que ventajas?

Cuando se produce una transformación en nuestras vidas, la ilusión y el rendimiento se disparan. La prueba es que una vez se ha realizado el cambio, dedicamos un tiempo y actuamos con una motivación, muy superiores a como lo hacíamos hasta la fecha.

Pongamos algún ejemplo simple:

  • Cambio de casa: Aprovechamos para hacer “limpieza” y deshacernos de todo lo inservible que llevamos años acumulando, somos capaces de poner cuadros, lámparas, algo que llevamos años sin hacer, por pereza o desidia.
  • Cambio de coche: Hacemos el rodaje con absoluta paciencia, los primeros meses lo mantenemos impoluto, las primeras revisiones las pasamos siempre a tiempo, etc., etc.…
  • Cambio de vestuario: Al principio, cuidamos la ropa, los zapatos, de una forma especial.

Cada vez que estrenamos algo, sea lo que sea, lo cuidamos con mucho más esmero, le dedicamos mucha más atención, en definitiva, nos sentimos estimulados, e incentivados.

También es verdad que cuando hablamos de cambios en el ámbito laboral, puede ser bastante traumático para determinado tipo de personas, y cuantos más años se tienen, peor, pero desde mi punto de vista, es más desfavorable el impacto que produce la noticia, que el hecho en sí.

Supongo que a medida que van pasando los años, nuestro potencial se va agotando. Es indudable que un cambio requiere un gran esfuerzo, que no todo el mundo está dispuesto o capacitado para realizarlo. Yo encuentro que la motivación puede con todo.

Y no es que sea partidaria de hacer los cambios en contra de las partes interesadas, todo lo contrario, pero estoy convencida, que si analizáramos más a las personas, escucháramos sus inquietudes, proyectos y metas, conociéramos sus necesidades, habilidades, aptitudes, gustos, preferencias, se podría sacar mucho más provecho de las capacidades de cada uno, consiguiendo así su motivación, y por lo tanto altos rendimientos.

Todo trabajo se convierte en rutinario con el paso de los años, y todo lo rutinario desmotiva, despreocupa, desconcentra, te hace ser menos exigente, y ver los hechos de una forma subjetiva e intransigente. Todo esto radica en que te vuelves intolerante y hermético a la hora de plantear modificaciones en la forma de trabajar, etc.…

El ejemplo del “cuadro torcido” nos lo han explicado en innumerables ocasiones, pero de nada sirve si no ponemos remedio:
Después de ver durante días, semanas y meses un cuadro torcido, pasa desapercibido, pues nunca nos hemos parado a enderezarlo, y acabamos viéndolo bien.
Llega alguien de fuera y nos dice que el cuadro está torcido, y entonces nosotros lo miramos con desprecio pensando: ¿ni que hubiera descubierto la pólvora?, ¡qué tontería, eso ya lo sabía yo hace mucho tiempo! Entonces, ¿por qué no lo había colocado bien antes? :
¡¡¡Por RUTINA!!!

Cuando se cambia de actividad abrimos nuestra mente, observamos todo, absorbemos información como una esponja, somos objetivos en nuestras valoraciones, y todo esto nos hace llegar a las conclusiones adecuadas y tomar las decisiones apropiadas.

Toda persona con una buena preparación y/o, experiencia, y sentido común, puede dedicarse y triunfar en cualquier campo, si esto además va acompañado con un adecuado entrenamiento antes de asumir las nuevas responsabilidades.

Asimismo la persona que cambia puede aportar otras muchas cosas al nuevo puesto, gracias a su experiencia en otros sectores.

Los de marketing podrían pasar a ventas, los de ventas a compras, los de compras a recursos humanos, etc., etc…
Un ejecutivo de hostelería, podría pasar a una petrolera, un experto en distribución podría pasar a una empresa de publicidad etc., etc.…

Desde mi punto de vista desaprovechar la capacidad de las personas, por no arriesgarse al cambio, limita el desarrollo, la creatividad, la innovación y la productividad de las empresas.

“Renovarse o morir”, es una de mis frases favoritas, ya que de una forma breve y sencilla expresa y resume todo lo dicho anteriormente.

Espero no llegar nunca a ese punto en el que no me apetezca o no me sienta con fuerzas para cambiar. Sería muy mala señal: o estaré muy enferma, o habré perdido todas mis ilusiones y esperanzas. Hoy por hoy no sé cuál de las dos cosas es peor.

Señoras y señores empresarios, caza talentos, responsables de recursos humanos, directivos, les invito a que hagan la prueba. Estoy absolutamente convencida, que no se arrepentirán.

Diana Guijarro Patuel

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